Enmendando errores

No debe pasar un día. Tengo que arreglar lo que hice esta madrugada. A medianoche iré a su casa y enmendaré mis errores: eliminar huellas, limpiar la sangre y deshacerme del cadáver. Tuve un ataque de pánico y huí. Ya no. Ahora debo ser frío y pensar lo que más me conviene. Y, por supuesto, no me conviene que me cojan. No de momento.
Preparo lo que necesito: productos de limpieza, guantes de látex, un buzo, bolsas de la basura, un cepillo, un machete, una pala y cal viva. Ya casi son las doce de la noche, buena hora para no llamar la atención. Primero voy sólo con la pala al garaje y la meto en el maletero. Después, llevo el coche a la puerta de casa, lo dejo en doble fila, subo a por la mochila y me voy a casa de mi víctima. Subo al piso con la mochila con todos los utensilios necesarios para mi cometido. Sólo dejo en el maletero la cal viva y la pala.
Descuartizo a la rubia (sigo sin recordar su nombre) en la cama. Me puse el buzo, no quiero manchas de sangre en mi ropa. Cubrí con una sábana el cadáver para los primeros cortes, aunque ahora, la sangre está espesa y no fluye como hace unas horas. De todos modos, es difícil no manchar. Pongo la radio, no me apetece que los vecinos se despierten por el ruido de los machetazos. La minicadena tiene seleccionada por defecto la reproducción de cd. La música no está demasiado alta, aunque sí lo suficiente para ahogar los golpes de machete. Suena "Dark Night", de The Blasters. La cabrona tenía buen gusto.—Hot air hangs like a dead man from a white oak tree. People sitting on porches thinking how things used to be. Dark night. It's a dark night.—
Tarareo la canción, muy bajito. Ya tengo los cortes principales hechos. Mientras destrozo el cuerpo de la chica, sigue sonando el cd. No conozco todas las pistas, pero está claro que es la banda sonora de "Abierto hasta el amanecer". Qué ironía, parece que la sangre llama a la sangre. Una vez que tengo el cuerpo troceado, lo meto en bolsas de plástico. Con cuatro viajes al coche, consigo llevarme el cadáver. Después, tras cinco horas de trabajo duro, creo que he borrado cualquier señal que indicase que yo había estado en ese piso. Ahora, sólo me queda enterrar el cadáver en un traje de cal viva. Iré a la aldea, a un monte familiar. Nadie preguntará, además, con las lluvias, pronto crecerán tojos y silvas por encima. Quizás, pueda olvidarme de todo esto pronto.

AVISO (ESTO NO FORMA PARTE DE LA HISTORIA)

Aviso del autor: "Cal viva" es una historia ficticia. Aunque toma como referencia personajes reales, la violencia brutal que describe no tiene nada que ver con algún caso real. Por eso, no dejo de sorprenderme al descubrir que algunas de las búsquedas que llevan a esta página son "deshacerse de cadáveres con cal viva", "cal viva asesinato" o "cal viva para muertos". Desde luego, no es mi objetivo dar ideas para cometer delitos, sólo estoy contando un cuento, pura ficción. No hace falta ser Einstein para darse cuenta de que la cal viva provoca quemaduras, es una sustancia alcalina y sus efectos son similares a la sosa cáustica. Gracias por vuestras visitas, espero y confío en que sean porque tenéis ganas de leer.

Sangre en el bolsillo

Parece como si el techo se cayese poco a poco sobre mí. Está amaneciendo. La claridad que se cuela por las pequeñas rendijas de las persianas me permite ver con suficiente nitidez. La pintura en picado aumenta la sensación de que se me va a caer el techo encima. Por un momento me fijo en la lámpara y vuelvo a mi realidad. El techo no se cae. Noto húmeda la sábana en la que reposo, sobre todo, la parte que tapa mi lado izquierdo. Giro la cabeza con pereza y la veo allí. Comienzo a recordarlo todo. Lloro ahogando los lamentos. No hay nada que hacer ya, de nada sirve arrepentirse, pero, por una vez, siento necesidad de hacerlo.
A mi izquierda, la cama está teñida de rojo oscuro. Yace a mi vera la rubia de anoche. No me acuerdo de su nombre, creo que ni siquiera se lo pregunté. Las sábanas están empapadas en sangre. Ella, con los ojos abiertos, también miraba hacia el cielo. Está desnuda. Me fijo en que era muy bella, digna de un final mejor. Recuerdo que estábamos borrachos. Subimos a duras penas las escaleras hasta su casa, un quinto. No hubo tiempo para juegos previos, los dos queríamos sexo ya. Follamos tanto tiempo que ahora todavía me escuecen los ojos del sudor que me entró en ellos. Luego se quedó dormida. Fui a la cocina a beber agua y, al ver un cuchillo, lo tomé por el mango y regresé a su dormitorio. Sin mediar palabra alguna, le incrusté el cuchillo en la cabeza. Atravesé la piel, la carne, el hueso temporal y, finalmente, la vena yugular. No había marcha atrás. La acción fue rápida a pesar de la dureza del cráneo. Acometí con fuerza y decisión. Ella intentó gritar, o eso parecía, pero sólo fue capaz de abrir la boca, como resultado de un espasmo, y perdió el conocimiento víctima del dolor.
Al retirar la hoja del cuchillo de su cabeza, la sangre comenzó a brotar. La taponé con un trozo de tela de la sábana. No fue muy efectivo, aunque mitigó el derroche de líquido. Las sábanas cambiaron rápidamente de color. Y yo, cansado, me tumbé a su lado y cerré los ojos. Hasta ahora, poco tiempo después. Por eso lo recuerdo tan bien. No quiero recordar, quiero olvidarlo. No quiero saber por qué lo hice, ni quiero saber si lo volveré a hacer.
Ahora, me escandaliza más cómo desmarcarme de mi acto que lo que he hecho. No puedo dejar huellas. Creo que anoche no nos vio ningún vecino subir a su casa. Espero que sea así. Empiezo a vestirme, tengo que salir de ese piso cuanto antes. No sé si vive sola o no. Debo darme prisa. Me pongo el pantalón. Asiento los bolsillos. Al meter la mano me doy cuenta que están también encharcados en sangre. Saco el forro del bolsillo de la pierna derecha. Es de color granate por la sangre. No sé cómo llegó allí. Me asusta no encontrar explicación a eso. Estoy desesperado. En mi cabeza, sólo hay una idea: largarme ya. Me pongo la camisa, me calzo y me voy. La casa está marcada. Huellas, tal vez algún objeto personal, el cuchillo, ... No me importa. Necesitaba irme de ese lugar y me fui. Punto.