Fiesta en Ferrol

Lo entiendo, pero me cabrea. Al fin he conseguido aparcar, en la calle Sol, en lo alto de la cuesta. Está a unos cinco minutos de la casa de Pablo, pronto estaré ahí. Me apresuro en llamarle para advertirle de mi llegada. Busco el móvil en vano en los bolsillos exteriores de mi abrigo. Estoy nervioso. Son las tres y diez y él quería que llegase a las dos y media. Busco el teléfono en los bolsillos interiores de mi prenda y lo encuentro—menos mal—en el derecho. Llamo al Carca. Dejo que suene más de lo habitual, soy culpable. Así me siento y escucho el tono unas diez veces hasta que se corta la llamada. No coge el teléfono. Joder. Me enfado profundamente, aunque tenga su punto de razón, Pablo debería contestar. ¿Y si me pasara algo, si hubiese tenido un accidente en el camino a Ferrol? Ya me jodió el día esta chorrada. Joder.
Mientras me maldigo mentalmente, atisbo el portal de Pablo. Llamo al 3º derecha. Me abren sin preguntar. Perfecto. Parece que todos estamos cabreados hoy. Subo las escaleras de madera tras encontrar el interruptor que acciona la luz. Los pasos son de madera vieja y, cada vez que piso, siento crujir suavemente el suelo. Tarareo la canción "Dark Of Matinee" de Franz Ferdinand hasta que pulso el timbre de la casa de Pablo. Se oye ruido en el interior, pero no logro identificar las voces. Se abre la puerta. Es Pablo.
—Las tres y veinte.—Conciso y desagradable.
—Ya sé. Lo siento. De todos modos, tú podrías haber contestado mi llamada, podría haberme pasado algo en el camino, ¿No crees?
—No.—Está claro que está cabreado.
—De puta madre, esto sí que es un recibimiento cojonudo. Pues, felicidades cabrón.—Le doy mi regalo como si se tratase de ropa sucia.
—No empiecen ya. Déjenlo, por favor. Chiño, por favor.—Ayita reclama paz.
—Gracias. Tiene razón ella. Vamos a procurar llevarnos bien.—Pablo relaja el gesto, tiene voluntad para evitar que su enfado vaya a mayores. En la radio de la casa del Carca, suena "Where Are We Runnin'?" de Lenny Kravitz. Doy un pase de baile y muevo el cuello al ritmo de la música. Entro en la sala. Allí están Tilo, Ana, Guille, Carolina y dos chicas que no conozco pero que supongo que son Cintia y Delia. Saludo con un leve movimiento de cabeza a mis amigos.
—Hola, a vosotras no os conozco. Yo soy Anxo.—Me acerco y beso una de las desconocidas. Ambas son muy guapas, de tez morena, ojos marrones, aunque una tiene el pelo teñido de un castaño rojizo y la otra, negro.
—Yo soy Cintia. Encantada.—Dice la morena. Sonrío y beso a Delia—por eliminación ha de llamarse así—, que es más alta que Cintia y también más alta que yo.
—Yo, Delia. Encantada igualmente.
—Y ahora que ya están hechas las presentaciones, ¿vamos a jalar a La Vaca esa?—Me impaciento.
—¿Vamos a comer? Los cojones vamos a comer. Ahora ya buscaremos otro sitio, porque ahí es imposible.—Vuelve la mirada desafiante a la cara de Pablo.
—Vale, se levanta la tregua. Menos mal que no llueve.—Me hago a la idea de la fiesta de cumpleaños que me espera. Salimos por la puerta como si fuésemos a un velatorio. Nadie dice nada. Nadie excepto yo.—Where are we runnin'? We need some time to clear our heads. Where are we runnin' keep on working til we're dead? Where are we runnin'? Ooo wee ooo wee oo. Where are we runnin' now?

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