La torniqueta

Cholo, Berto, Juan, Uxío y yo. Atrás queda ya mi primer día de trabajo. Todo fue bien. Compañeros amables, jefes ausentes, un desempeño llevadero y un horario razonable. Espero que siga así por muchos años. Ahora, toca relajarse. Estamos los cinco amigos reunidos en Perillo, en una parrillada a la que solíamos ir Uxío, el hermano de Juan y Cheché. Tanto Cheché como el hermano de Juan no nos pudieron acompañar hoy, los echaremos en falta, lo pasábamos bien, al menos yo, con ellos de comensales. Todos, menos Juan, son adoradores del churrasco. Yo me presto a la ocasión. Me gusta el churrasco, aunque no a su nivel.
Las primeras bromas llegan por mi calzado. Mientras esperábamos en la barra, Berto no pudo evitar fijarse en mis zapatillas Adidas azules de plástico. Su brillo es intenso, parece que son un tubo de neón azul. Nos metemos con las pintas que llevamos cada uno de nosotros, peculiares como mínimo. Una vez en la mesa y con la carta en la mano, comienzan las discrepancias.
—A mí no me apetece churrasco. Creo que voy a pedir pescado. Lenguado a la plancha, tal vez. A lo mejor, lubina al horno.—Juan sorprende.
—Vamos a ver, Juan. ¿Llevas un minuto entre nosotros y ya das problemas? Esto no funciona así. Esto es El Gaucho Díaz. Aquí se come churrasco. Uxío va a pedir por todos, como siempre, tiras de churrasco de cerdo o de cerdo y de ternera, una menos que el número de comensales, un chorizo criollo por barba, patatas fritas, ensalada, pan, vino y agua. Así va esto.—Trato de que Juan no se cargue la liturgia de este tipo de cenas.
—Y gaseosa.—Juan pone la puntilla. Asentimos con la cabeza.
Me había olvidado de la gaseosa. En unos segundos, el camarero aparece para cubrir la comanda. Pide Uxío y Juan, que no está conforme del todo, sigue dando la nota:
—¿Hay mollejas o riñones?—El camarero niega sin decir palabra. Todos miramos contrariados a Juan. Finalmente, parece cómodo con el pedido.
Las anécdotas se hacen las dueñas de la cena y la comida se convierte en una mera excusa para charlar y reírnos un poco de nosotros mismos. Entre risa y criollo, Cholo nos habla de un amigo suyo que dice haber encontrado la forma de proporcionarle el mayor placer posible a una mujer.
—¿A una mujer? ¿A mí qué me importa eso? Quiero disfrutar yo, para eso están las mujeres.—Berto.
—Créedme, ese colega que tengo es un friki de cojones. El tío frecuenta los ambientes menos recomendables de la ciudad y, la verdad, el cree que descubrió la pólvora. Según él, tienes que meterle una mano en la vagina y otra en el culo y con un dedo de cada mano presionar hacia dentro hasta que la presión la note en la toda la zona intermedia, ¿entendéis? Le llama la torniqueta.—
—Pues sí que está jodido el pavo ese. La torniqueta. Ja, ja, ja.—Empieza Berto a reírse y le seguimos todos.—Seguro que se lo dijo una puta y se quedó con el sistema, pero no creo que tenga esos resultados que él supone.
La cena finaliza con un postre que multiplica la cuenta y pone a prueba nuestra capacidad estomacal. Pagamos a partes iguales y nos despedimos. La torniqueta. Parece algo sencillo, nada del otro mundo. Por muy pirado que esté el amigo de Cholo, puede que esa táctica dé resultado. Quién sabe. La torniqueta. Tiene gracia hasta el nombre: torniqueta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Wences, soy Xaquín, para meter el contador tienes que cambiarlo de sitio, veo que lo tienes en la parte de arriba. Busca la zona en la que aparecen los enlaces y copia el código ahi y ya debería aparecer a la derecha

Anónimo dijo...

Looks nice! Awesome content. Good job guys.
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